Punto de encuentro reúne un conjunto heterogéneo de artistas de tres generaciones que permiten establecer algunos de los caminos del arte español, desde su raíz en los años cincuenta hasta la primera década del siglo XXI. La muestra parte de las dos vetas del arte español tradicionalmente concebidas como opuestas: la del trabajo en torno a la materia y el medio pobre cargado de connotaciones simbólicas y perfiles esotéricos de Antoni Tàpies y la de la construcción de un lenguaje universal a través de la geometría por parte de Pablo Palazuelo. Siguiendo el linaje de la investigación sobre el espacio se sitúan la obra de Soledad Sevilla desde el dibujo y la pintura, y la de Ángeles Marco desde la instalación escultórica.
El contrapunto a esta preeminencia de la abstracción lo ofrecen otros artistas a priori dispares pero con obras que destilan ciertos intereses comunes en relación con el análisis del espacio como Guillermo Pérez Villalta y Jerónimo Elespe. Con Íñigo Manglano-Ovalle y Perejaume se introduce de nuevo un elemento relacionado con lo constructivo desde el punto de vista de la escenificación.
Frente al neoexpresionismo hegemónico surge en los años ochenta en el País Vasco una generación de jóvenes artistas que reivindicaban el racionalismo como parte de una tradición local y que fueron determinantes en la trayectoria profesional de Soledad Lorenzo. Se incluyen obras de Txomin Badiola, Pello Irazu —quienes renovaron el lenguaje de la escultura—, Jon Mikel Euba, Sergio Prego y Ana Laura Aláez cuyas investigaciones giraban en torno al espacio y la puesta en escena, y a la percepción de la obra de arte por parte del espectador.
La exposición se cierra con dos artistas de generaciones distintas que representan una cierta internacionalización del arte español: Juan Uslé, definidor de una geometría atemperada, y el más joven Adrià Julià, con el que se indica el avance de Soledad Lorenzo hacia nuevos medios como la fotografía y el vídeo y a aspectos más relacionados con el arte conceptual.
